Había una vez una mano cuyos dedos eran muy amigos. Pero ocurrió que el dueño
de la mano empezó a hacer un trabajo peligroso y a pesar del cuidado que ponía
el resto de dedos, el pulgar siempre salía malparado con cortes y heridas. Al
principio los otros dedos pedían disculpas por su torpeza y el pulgar les
perdonaba, pero la situación se repitió tanto que un día el pulgar decidió no
perdonarles más, así que se apartó del resto de dedos de la mano.
Al principio el pulgar iba muy digno todo recto y separado,
pero aquella posición de los dedos era tan forzada y ridícula, que el dueño
tuvo que llevar su mano constantemente oculta en el bolsillo, donde los dedos
sufrían con pena el mayor de los olvidos.
Entonces el pulgar comprendió que todo había sido culpa suya,
y pidió perdón al resto de dedos, temeroso de que fueran a rechazarle. Pero al
contrario, estos le perdonaron sin problemas porque sabían que todos podemos
equivocarnos.
Una vez amigos de nuevo, todos los dedos trabajaron juntos
por demostrar al dueño que estaban perfectamente, y en poco tiempo consiguieron
volver a salir a la luz, sabedores esta vez de que siempre deberían seguir
perdonándose para no acabar en un triste y oscuro bolsillo.
SOFÍA
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